Como este es el primer artículo, les contaré las motivaciones para dar a conocer los pormenores de esta persecución ideológica hacia el Obispo Livieres, quien fue prácticamente impuesto a la Iglesia Católica en Paraguay por el Papa San Juan Pablo II. Porque la Iglesia local ya estaba totalmente contaminada con la Teología de la Liberación por una parte y consecuentemente, la tendencia política a la que orientaban los pastores era el Comunismo.
Tal vez este análisis no sea lo suficientemente concluyente, pero les dará las pautas para que vayan evaluando las aristas que tuvo la historia de la Diócesis de Ciudad del Este, después de la llegada del Obispo Livieres. Todos los artículos seguirán órdenes temáticos, no necesariamente cronológicos, porque la idea de fondo es exponer las razones subyacentes.
Antes de la nominación de Livieres como Obispo de Ciudad del Este, el olfato de la Conferencia Episcopal Paraguaya y de la CONFERPAR llegó a husmear las puertas del Tócame Roque (Vaticano), y empezaron una movida que según ellos lograría frenar la decisión de aquel Papa que ahora es San Juan Pablo II.
Y así, con algunas pocas reservas, todos los Obispos del Paraguay y miembros de la Conferpar enviaron una carta de rechazo a la decisión papal. Como podemos ver, la “obediencia” a la decisión del máximo jefe de la Iglesia, tan aclamada por estas personas, nunca fue algo que practicasen.
Sin embargo, a pesar de la desobediencia de obispos y religiosos, el Santo Padre nombró y consagró Obispo de Ciudad del Este al conocido como “padre Rogelio”, miembro del Opus Dei (aunque sabremos posteriormente que su modo de ver las cosas lo convierten en un espécimen único entre sus hermanos, para bien de la Iglesia). Y aquel 2004 marcaría el inicio de grandes avances dentro de esta Diócesis, sumida antes en el letargo, por culpa de sus pastores holgazanes.
Pero, tampoco la CEP y los religiosos liberacionistas estaban dispuestos a tragarse este trago amargo. De ahí en más empezaron a mantener contactos con los sacerdotes “nativos” presentes en esa época, los mismos que vivían tan cómodamente en épocas de Mons. Óscar Páez (renunció tras haber sido acusado de violar sus votos de castidad y de mantener relaciones sentimentales con mujeres de la zona) y del siguiente, Mons. Ignacio Gogorza, quien no hizo ningún cambio para bien –en su época el Obispado era una cueva de curas que se pasaban viendo películas y programando citas con mujeres-.
Y estos fueron los graves vicios iniciales a los que se enfrentó el Obispo Livieres, y estos vicios les eran tan queridos a los Obispos de la CEP y a la CONFERPAR.
Tal vez este análisis no sea lo suficientemente concluyente, pero les dará las pautas para que vayan evaluando las aristas que tuvo la historia de la Diócesis de Ciudad del Este, después de la llegada del Obispo Livieres. Todos los artículos seguirán órdenes temáticos, no necesariamente cronológicos, porque la idea de fondo es exponer las razones subyacentes.
Antes de la nominación de Livieres como Obispo de Ciudad del Este, el olfato de la Conferencia Episcopal Paraguaya y de la CONFERPAR llegó a husmear las puertas del Tócame Roque (Vaticano), y empezaron una movida que según ellos lograría frenar la decisión de aquel Papa que ahora es San Juan Pablo II.
Y así, con algunas pocas reservas, todos los Obispos del Paraguay y miembros de la Conferpar enviaron una carta de rechazo a la decisión papal. Como podemos ver, la “obediencia” a la decisión del máximo jefe de la Iglesia, tan aclamada por estas personas, nunca fue algo que practicasen.
Sin embargo, a pesar de la desobediencia de obispos y religiosos, el Santo Padre nombró y consagró Obispo de Ciudad del Este al conocido como “padre Rogelio”, miembro del Opus Dei (aunque sabremos posteriormente que su modo de ver las cosas lo convierten en un espécimen único entre sus hermanos, para bien de la Iglesia). Y aquel 2004 marcaría el inicio de grandes avances dentro de esta Diócesis, sumida antes en el letargo, por culpa de sus pastores holgazanes.
Pero, tampoco la CEP y los religiosos liberacionistas estaban dispuestos a tragarse este trago amargo. De ahí en más empezaron a mantener contactos con los sacerdotes “nativos” presentes en esa época, los mismos que vivían tan cómodamente en épocas de Mons. Óscar Páez (renunció tras haber sido acusado de violar sus votos de castidad y de mantener relaciones sentimentales con mujeres de la zona) y del siguiente, Mons. Ignacio Gogorza, quien no hizo ningún cambio para bien –en su época el Obispado era una cueva de curas que se pasaban viendo películas y programando citas con mujeres-.
Y estos fueron los graves vicios iniciales a los que se enfrentó el Obispo Livieres, y estos vicios les eran tan queridos a los Obispos de la CEP y a la CONFERPAR.
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