Espero que estas palabras sirvan de lección para muchos. Les contaré la trágica experiencia que puede llegar a tener un nuevo Obispo o un nuevo cura párroco, cuando se deja besar la mano por todos aquellos que despreciaron a sus predecesores.
Un caso muy particular sería por ejemplo Ciudad del Este, donde el Obispo Livieres, injustamente separado del cargo por Bergoglio, tuvo un pequeño grupo de deplorables individuos que no son católicos, sino adoctrinados y lacayos que lo persiguieron desde que llegó a la zona.
En este caso, el anterior Obispo dejó una estructura bien ordenada y sacerdotes bien dispuestos a trabajar para dar seguimiento a las obras emprendidas por el anterior, pero ¿será que los nuevos responsables tienen esa idea? Los primeros que asomaron la cabeza para reclamar cargos y privilegios fueron los traidores, encabezando este grupo el muy mediocre curita con fama de beodo y que, según algunas informaciones tiene 3 hijos ya crecidos en la Capital, Fabio Recalde, tristemente párroco de la Catedral.
Pero la prudencia del nuevo encargado de esta Diócesis le hizo bajar los decibeles y pedir públicamente perdón por sus exabruptos. Pero, ¿cumplió su promesa de pedirle perdón a Livieres? Hasta ahora no existió mención alguna. Pero, como buen traidor, porque no es la primera vez, recordemos que él también firmó aquel condenado papel que enviaron él y sus amigos de farra (curas mediocres y desleales) al Papa Benedicto XVI, pero no procedió la denuncia por temeraria e infundada. Mas, ¿cuáles eran las razones?
En esa época, varios de estos curas “nativos” ocupaban altos cargos, y dos de los más mediocres (Ernesto Zacarías y su hermano Agustín) hasta se mandaron casi una mansión. Si este bloguero miente, vean los lamentos del otro hermano que tienen. Y por contar con un dato más, el narcotraficante alias Toma’i (actualmente se encuentra en prisión) era casi un hermano de estos, tanto que Ernesto le llevaba a la finca de este narco a sus seminaristas para beber y echarse todos los vicios habidos y por haber.
Y estos son los que están ahora pretendiendo tomar el control de las cosas en la Diócesis de Ciudad del Este. Pero pensamos que los nuevos administradores tienen bien en claro las recomendaciones para estos casos.
El cura nuevo yo creo que ha de moverse con la gente en líneas diversas:
- Seguir atendiendo y ayudando a esa gran mayoría de fieles que acogen a cada sacerdote con todo afecto, sea Juan, Luis o Manolo. Me refiero a la gente de misa dominical, los niños de catequesis, los feligreses digamos “habituales”, los necesitados de pan y de cariño.
- Apoyarse para empezar en los colaboradores ya existentes, que si el párroco anterior trabajó bien estarán felices de seguir ayudando al que llega, y al menos hasta que uno vaya poco a poco conociendo y haciendo su propio equipo.
- Y alejarse como de la peste de todos aquellos que están deseando conocer al cura nuevo para echar pestes del que se marchó, y soltar eso tan bonito de que “ya era hora de que nos le quitaran y viniera un cura como Dios manda”.
La gente retorcida es retorcida y mala con D. Fulano y D. Mengano. No son gente de iglesia, de parroquia, de comunión, de acogida aunque se presenten como tales. Ya saben lo del lobo y la piel de oveja. Para nada. Son gente que lo que buscan no es hacer iglesia ni parroquia, sino manejar las cosas a su gusto empezando por el cura, y si el cura no se deja es que es autoritario, malo, anticonciliar y por supuesto no quiere nada con los pobres.
Si alguien, nada más conocerme, lo primero que ha hecho ha sido poner verde al antecesor, lo he tenido claro: una persona para mantener a distancia. No falla.
Y si el cura, por pretender congraciarse con la feligresía, se dedica a dar palmaditas en la espalda a los que peor le han hablado del compañero que acaba de dejar la parroquia, y hasta con un poco de suerte para congraciarse con ellos pone en sus manos alguna, aunque pequeña, responsabilidad, simplemente se equivoca.
Se equivoca porque el resto de los fieles, entre los cuales lo normal es que haya mucha gente que apreciara de corazón al que se fue, no va a comprender que ría las gracias a los que le hicieron la vida imposible. Más aún, si a uno le hicieron la vida imposible, eso significa que al que llega le observarán desde el chantaje: o haces lo que creemos, o prepárate. Y tampoco conviene.
Hay curas que se piensan que empezando por abrazar a los enemigos del anterior compañero, aciertan. Error, qué gran error.
Un caso muy particular sería por ejemplo Ciudad del Este, donde el Obispo Livieres, injustamente separado del cargo por Bergoglio, tuvo un pequeño grupo de deplorables individuos que no son católicos, sino adoctrinados y lacayos que lo persiguieron desde que llegó a la zona.
En este caso, el anterior Obispo dejó una estructura bien ordenada y sacerdotes bien dispuestos a trabajar para dar seguimiento a las obras emprendidas por el anterior, pero ¿será que los nuevos responsables tienen esa idea? Los primeros que asomaron la cabeza para reclamar cargos y privilegios fueron los traidores, encabezando este grupo el muy mediocre curita con fama de beodo y que, según algunas informaciones tiene 3 hijos ya crecidos en la Capital, Fabio Recalde, tristemente párroco de la Catedral.
Pero la prudencia del nuevo encargado de esta Diócesis le hizo bajar los decibeles y pedir públicamente perdón por sus exabruptos. Pero, ¿cumplió su promesa de pedirle perdón a Livieres? Hasta ahora no existió mención alguna. Pero, como buen traidor, porque no es la primera vez, recordemos que él también firmó aquel condenado papel que enviaron él y sus amigos de farra (curas mediocres y desleales) al Papa Benedicto XVI, pero no procedió la denuncia por temeraria e infundada. Mas, ¿cuáles eran las razones?
En esa época, varios de estos curas “nativos” ocupaban altos cargos, y dos de los más mediocres (Ernesto Zacarías y su hermano Agustín) hasta se mandaron casi una mansión. Si este bloguero miente, vean los lamentos del otro hermano que tienen. Y por contar con un dato más, el narcotraficante alias Toma’i (actualmente se encuentra en prisión) era casi un hermano de estos, tanto que Ernesto le llevaba a la finca de este narco a sus seminaristas para beber y echarse todos los vicios habidos y por haber.
Y estos son los que están ahora pretendiendo tomar el control de las cosas en la Diócesis de Ciudad del Este. Pero pensamos que los nuevos administradores tienen bien en claro las recomendaciones para estos casos.
La experiencia de un cura nuevo
El cura nuevo yo creo que ha de moverse con la gente en líneas diversas:
- Seguir atendiendo y ayudando a esa gran mayoría de fieles que acogen a cada sacerdote con todo afecto, sea Juan, Luis o Manolo. Me refiero a la gente de misa dominical, los niños de catequesis, los feligreses digamos “habituales”, los necesitados de pan y de cariño.
- Apoyarse para empezar en los colaboradores ya existentes, que si el párroco anterior trabajó bien estarán felices de seguir ayudando al que llega, y al menos hasta que uno vaya poco a poco conociendo y haciendo su propio equipo.
- Y alejarse como de la peste de todos aquellos que están deseando conocer al cura nuevo para echar pestes del que se marchó, y soltar eso tan bonito de que “ya era hora de que nos le quitaran y viniera un cura como Dios manda”.
La gente retorcida es retorcida y mala con D. Fulano y D. Mengano. No son gente de iglesia, de parroquia, de comunión, de acogida aunque se presenten como tales. Ya saben lo del lobo y la piel de oveja. Para nada. Son gente que lo que buscan no es hacer iglesia ni parroquia, sino manejar las cosas a su gusto empezando por el cura, y si el cura no se deja es que es autoritario, malo, anticonciliar y por supuesto no quiere nada con los pobres.
Si alguien, nada más conocerme, lo primero que ha hecho ha sido poner verde al antecesor, lo he tenido claro: una persona para mantener a distancia. No falla.
Y si el cura, por pretender congraciarse con la feligresía, se dedica a dar palmaditas en la espalda a los que peor le han hablado del compañero que acaba de dejar la parroquia, y hasta con un poco de suerte para congraciarse con ellos pone en sus manos alguna, aunque pequeña, responsabilidad, simplemente se equivoca.
Se equivoca porque el resto de los fieles, entre los cuales lo normal es que haya mucha gente que apreciara de corazón al que se fue, no va a comprender que ría las gracias a los que le hicieron la vida imposible. Más aún, si a uno le hicieron la vida imposible, eso significa que al que llega le observarán desde el chantaje: o haces lo que creemos, o prepárate. Y tampoco conviene.
Hay curas que se piensan que empezando por abrazar a los enemigos del anterior compañero, aciertan. Error, qué gran error.
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