Pretender enseñar la verdad pero que no se persiga realmente el error con todo empeño, hasta eliminarlo para evitar así en la Iglesia “divisiones” y “tensiones” enojosas es un disparate. Y aunque lo sea, es algo que sucede; un reducido número de curas del clero nativo había cometido esta idiotez, específicamente los presbíteros: Edgar Ayala, Francisco Pereira, Agustín Zacarías, Roberto Zacarías, Genaro Miranda, Ireneo Duré, Agustín Cantero, Tomás Acosta, Gerardo Mereles, Fabio Recalde, Darío Britos, Ángel Collar y Pedro Collar, enviando una carta al Papa en el año 2009 en la que acusaban a Livieres, Obispo de ellos, de romper la “Comunión con Roma”, por no simpatizar con la Teología de la Liberación como los demás obispos.
Y conste que muchos de los aquí nombrados tienen o tuvieron intenciones de ser “Obispo”. Vaya obispo tendríamos, porque si de curas se atrevieron a escribir contra su propio Obispo faltando así a la obediencia que juraron ante Dios, imagínense que siendo obispos se rebelarían contra el Santo Padre.
La gota que llenó el vaso fue la creación del seminario para la reforma del clero diocesano (que fue a pedido de Benedicto XVI) y las incardinaciones de nuevos curas; los que se creían reyes veían su imperio “buenista” y “conformista” caer. También con ello caía la holgazanería a que fueron acostumbrados por el obispo Gogorza. Otro que bien baila.
Hoy día puede verse a los fieles lacayos rastreros de estos curitas rebelándose contra cualquier autoridad, civil o eclesiástica, que se oponga a su doctrina errónea, escandalizados principalmente por la fidelidad del Obispo a la doctrina de la Iglesia y de lo que sería su futuro clero. Con estos curas como modelos era necesario una reforma, ya lo decía San Juan de Ávila: «reformados los Pastores, se enmendarán los fieles»
Hoy en día, en la Iglesia, existen muchos deformadores, muchos moderados y muy pocos reformadores. Entre nosotros (los católicos) los que pululan por doquier son los «moderados» buenistas, los que creen firmemente que «vamos bien», considerando que esa es la actitud «correcta», la que expresa verdaderamente la “confianza” en la Providencia divina y la obediencia a los Pastores sagrados. De buenistas estamos hastiados, hastío que me recuerda el eructo repetido que reclama medicina para evitar el vómito, remedio que no evitará que Nuestro Señor los vomite el día de la ira.
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