Vencer o morir fue la consigna de los grandes héroes de nuestra patria, quienes acompañaron al gran Mcal. López hasta las últimas consecuencias. De un modo similar, grandes caballeros partieron con la cruz y la espada en mano para defender la Tierra Santa; dando así ejemplo de defensa de los bienes más preciados del Cristianismo.
El Santísimo Sacramento siempre acompañó y acompaña a todos los sacerdotes que ofrecen sus vidas para la salvación de las almas. Y nadie se imagina que exista cobardía y amilanamiento en el actuar de una sacerdote en el momento de enfrentar un problema. Pero lastimosamente sucede.
Los cristianos a diario damos nuestras vidas por nuestros hijos, por nuestros seres queridos, por la Iglesia y por Dios. Con mucha más razón un sacerdote debe donarse completamente en pos de la realización del Reino, pero ¿qué pensar cuando este ministro de Dios se comporta como un cobarde? ¿Rezar por él? Sí, rezar por él, porque su cobardía no es solo una ofensa hacia nosotros, sino una traición a Aquel que dio su vida en la cruz para salvar al mundo.
No existe traidor más grande que aquel que por conveniencia abandona la batalla y juega a doble filo. O peor aún, quedarse donde esté la mayoría, aunque estos estén equivocados. El sacerdote debe estar donde está la verdad, no donde encuentre “comodidad”. Y este sacerdote cobarde le abandonó a su propio Obispo, y con un beso como el de Judas a su Maestro, lo entregó a una horda de alienados por los representantes de la Teología de la Liberación, por los financiados por el ex obispo Fernando Lugo.
Hasta ahora los fieles de la Parroquia del km 5 1/2, Bo. La Blanca, recuerdan la cobardía de su antiguo párroco, Pbro. Ángel Collar, quien decidió entregarle a su propio Obispo para no quedar mal con los que le hacían guerra injustamente. Pero como la justicia divina no tarda en llegar, este cura, después de eso estuvo un tiempo apartado de la Iglesia.
Este apartamiento no se dio de ninguna manera por una decisión de su Obispo, sino porque este cura mantuvo un romance con una señora casada, con quien convivió durante unos meses. Pero la misericordia es grande incluso con los traidores tal como veremos.
Dos o tres años más tarde, el sacerdote fue desechado por su amante y tuvo que recurrir nuevamente a los brazos de la Madre Iglesia, como el Hijo Pródigo y su Obispo, como padre lleno de amor, mandó hacer una fiesta por el regreso de su hijo a la vida verdadera.
Y se espera que no vuelva a cometer la misma cobardía, el mismo error de su juventud.
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