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lunes, 6 de abril de 2015

No echen las perlas a los cerdos “mirandistas”

Como dice la Escritura, no hay que echar las perlas a los cerdos, y es lo que acaba de pasar en Ciudad del Este con la decisión de Mons. Steckling de publicar a través del nuevo sitio web de la Diócesis el levantamiento de sanciones a los “traidores” liderados por Javier Miranda.

El Obispo debe enterarse acerca de este grupo y del porqué fueron sancionados, de lo contrario correrá el riesgo de haber tirado las perlas a los cerdos.

Desde el inicio del ministerio pastoral de Mons. Livieres al frente de la Diócesis en el 2004, este grupo conformado por: FELICIANO MARECOS, FRANCISCO AGUAYO, JAVIER MIRANDA, ÁNGEL CRISPÍN SILVA, PABLO LEZCANO, OSCAR GARCETE, ARCADIO OSORIO, MIGUEL CANDIA y JOSÉ NICOLÁS MELGAREJO; persiguieron al Obispo por cuestiones de fondo muy graves.

Una supuesta “Iglesia del Paraguay”, no quieren formar parte de la Iglesia en el Paraguay, fiel a su Obispo quien, a su vez, debe ser en todo fiel al Papa. Cuando hablan de una Iglesia “laical”, eso quiere decir una Iglesia manejada por ellos y por las minorías que muchas veces han pretendido dominar, en nombre “del pueblo” y “de los laicos”, las distintas instituciones eclesiales.

En una carta dirigida a este grupo de rebeldes, Mons. Livieres decía: “Dialogar con el Obispo no significa gritarle hasta que haga lo que se le pide o, peor aún, se le exige; ni tampoco imponerle “compromisos” de poder. Dialogar con el Obispo significa presentarle respetuosamente las inquietudes y conversar con él, dejándole el espacio para decidir lo que se debe hacer. En efecto, el Obispo es el elegido por Dios para que guíe, enseñe y santifique a la Iglesia diocesana en su peregrinar. Como Obispo, no debo sólo “acompañarlos”, sino más bien guiarlos. A ustedes, como fieles, Dios no les pide que me dicten lo que debo hacer sino que me obedezcan “en la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Rom 8:21). En efecto, dialogar, para el padre, no significa hablar como si fuera un hijo más, ni siquiera como si fuera el hijo mayor. Es mi deber buscar el bien de todos, sin jamás ceder a las presiones de “los poderosos y los ricos”, que manejan a la prensa y a las instituciones, y pretenden hablar en nombre de los demás”.

Sin embargo, todo este esfuerzo no sirvió de nada, porque el grupo seguía un libreto que le fuera impuesto por manos oscuras, por poderes que llegaban incluso a salpicar varios responsables de la Conferencia Episcopal Paraguaya.

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